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Versos lobunos
#21

La canción está incluida en el CD "El viaje del agua. De Romances. Cantigas e Danzas" (1999), del grupo Odres Mayrat. Aunque en él se recupera en gran medida texto medieval, el fragmento que sigue es de nueva creación, con letra de Alberto Alonso, basada en un relato de Álvaro Cunqueiro.

No ha habido manera de encontrar la letra, así que es posible que yo cometa algún error de transcripción.


Nueva Historia de Clemence


Yo descansaba, mi madre,
sentada bajo el laurel, laurel,
peinando los mis cabellos,
sentada bajo el laurel, laurel,
iva vestida de oropel.

Yo descansaba, mi madre,
sentada bajo el laurel, laurel,
cantaban los ruiseñores,
sentada bajo el laurel, laurel,
tan dulce como la miel.

Cuernos de caza sonaban,
que hacían estremecer.

Vi venir al postillón,
y cantaba Clemence:
¿Divisaste por los montes
al ciervo de blanco piel?

Si lo viereis caballero,
mis nuevas llevad con él,
decidle que él es mi amado,
mi señor y mi doncel.

(...)

Saliera del romeral el ciervo de blanco piel;

- Señora, no puedo amaros, pues ciervo siempre seré,
pues ciervo siempre he de ser.

- ¿ Cómo romper tal sortilegio, y devolveros el ser ?

- No podeis, no podeís no, mi Señora,
pues es fuerte este poder.
En cierva vos tornaría, si vuestro amor es con fe.

- Encantadme, pues, mi amado,
deje yo de ser mujer.
Encantadme, pues, mi amado,
junto a vos caminaré.



El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)
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#22

es bello

lux
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#23

http://blogs.20minutos.es/poesia/post/2009...omer-1907-2009-

'Mi loba blanca', de Victoriano Crémer (1907 - 2009)


Me seguían sus ojos y yo era menos que un niño;

bosques y primaveras me arañaban el pecho

brotándome en los cauces borbotones calientes

en los que el alma yergue su furia fundadora.

Su gran calma de esposa apretaba los círculos

y me sentía centro de su raudal sangriento;

con el galope oscuro de la sangre apremiando

la altiva meta blanca de su dormida carne.

¿Fue su voz? De más hondo que el deseo, rompiendo

su corteza de plomo, me llegó aquel balido

que estrellaba su espuma, como un ala arrancada

en mis rubias arenas palpitantes de soles.

¡Oh, sequedad del aire, oprimiendo el latido

con que la luz rehizo su primera llamada

¡Fue su voz! Su inefable mensaje acordonado

por airados cuchillos de escarcha matutina.

El espanto y la tierra tiraban de mi cuerpo

y un altivo universo desgarraba mis hombros.

Sentí que entre los brazos florecían sus pechos

y que éstos me clavaban contra un aire reciente.

¡Huir! ¡Huir! Perderme por bruñidos desiertos.

Borrar de mis pupilas sus ojos insaciables

y sepultar su voz, su eterna voz marina

en mi hondón retorcido de caracola humana.

Su garra fue primero. Su garra, no su mano,

que dos fuentes de sangre llenaron mi costado

desbordándome en ellas como una madre nueva

a quien los mares dieran un hijo de su carne.

Y luego, fue su luz. Su inmenso mediodía,

creciéndose en mis ojos como un bosque incendiado,

ardiéndose en las llamas mis tigres y mis dudas,

con sus flancos rotundos y su feroz aullido.

¡Oh, irremediable abrazo! ¡Oh, desolado beso!

¡Oh, arcángeles pastores de mi sangre en derrota!

¡Oh, cuerpo fulgurante apretándome el pecho

como un mármol o un mundo, y en él Dios empinado!

Fui pasto de su furia. Su mirada y sus dientes

implacables hicieron tajadas de mi alma.

Mis vestidos rodaron como musgos antiguos

y sentí deshacerme como un barco de niebla.

Yo veía sus manos sortearme las venas

y herir con sus cuchillos mi corazón menudo,

y azuzar mis dormidos afanes como galgos

llenando de ladridos mi apacible ribera.

Yo sentía -la siento- abrevar en mi sangre.

Romper mi dura piel. Darme muerte lentísima...

¡Y no eludo sus saltos de terciopelo y sueño!

Y no huyo! ¡No huyo!... ¡Mi feroz loba blanca!

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)
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