09-12-2007, 05:12 PM
¿Cuál es el origen de la infelicidad?
La respuesta a la única pregunta que realmente me interesa no la veo en ninguna parte. No es culpa del diseño de la evolución que, desde luego,
ni tiene diseño preconcebido ni propósito. Pero el hecho es que la selección natural, a lo largo de millones de años, dio como resultado un escenario cercano a la lógica. Los organismos a los que les funcionaba el circuito cerebral de motivación y recompensa para comer sobrevivían mejor que los dotados con circuitos mediocres. Comían más y sobrevivían. Aquellos a los que les gustaba hacer el amor más que a otros, e interponían menos barreras a su deseo, garantizaban mejor la perpetuación de la especie. Siendo eso así, ¿cómo explicarse la capacidad infinita de la gente para hacerse infeliz? ¿Cuál es la razón evolutiva detrás de ese propósito estrafalario?
Que nadie me diga ahora tras los avances de la psicología y la neurología que para ser creativo hay que ser infeliz. Este debate duró demasiados años y alimentó la peregrina idea de que la depresión y hasta la locura eran creativas. Hasta quedaba bien andar por ahí con una depresión constante, mientras se formulaba, supuestamente, una filosofía más sofisticada. Hoy sabemos que la depresión es una enfermedad, como la sífilis, provocada por un gen, o por el entorno, y que afecta al tamaño del hipocampo, a la sangre y a los huesos. Se puede ser creativo a pesar de la depresión, pero no gracias a ella.
¿Cuáles son entonces las causas evolutivas de esa capacidad infinita de la gente para hacerse infeliz? ¿Tiene que ver con la envidia? Es cierto que a la mayoría de las personas no les importa el crecimiento del producto nacional bruto, sino lo que gana de más el vecino. ¿Tiene que ver con la perversión
cultural que coarta en nombre de convenciones alambicadas, pero indestructibles, la capacidad de gozar? ¿Con qué tiene que ver esa capacidad infinita para hacerse infeliz? ¿Está el secreto en el fuero interno de los infelices? ¿En su manera equivocada de gestionar sus emociones? ¿Por qué tanta desconfianza, enfurruñamiento y falta de esplendor?
Se lo he preguntado a un sinfín de personas informadas. En mi blog he recibido más de un centenar de artículos. He participado en un proyecto
en el que se ha hecho una pregunta parecida a más de 3.500 encuestados. Los resultados definitivos los conoceremos pronto. Pero puedo anticipar la supuesta razón que se suele manejar y que incluye a todas las demás: «El ser humano ha sobrevivido y ha superado a otras especies, precisamente, por su capacidad de tomar conciencia de sus limitaciones, y eso es lo que le genera infelicidad y disgusto con el entorno y con sus semejantes».
Ésa es la convicción generalizada, que se asienta en el error descomunal de culpar de la infelicidad a la búsqueda del conocimiento de las cosas
y de las personas. Para todos los premios Nobel con los que he hablado, el tiempo más feliz de su vida fue cuando buscaban; cuando, conscientes
de sus limitaciones, profundizaban en el conocimiento de las cosas y las personas. El premio supuso, casi siempre, más bien un incordio en su vida de investigador. La ciencia moderna está poniendo de manifiesto, al contrario de la creencia generalizada, que la infelicidad tiene sus raíces en la manía
del cerebro de no cuestionar ni renunciar a sus creencias. De aferrarse a convicciones falsas. De no desaprender. De no profundizar, precisamente,
en el conocimiento de las cosas y de las personas como son, y no como creemos que son.
http://www.eduardpunset.es/docs/enlosmedio...nal20070722.pdf
La respuesta a la única pregunta que realmente me interesa no la veo en ninguna parte. No es culpa del diseño de la evolución que, desde luego,
ni tiene diseño preconcebido ni propósito. Pero el hecho es que la selección natural, a lo largo de millones de años, dio como resultado un escenario cercano a la lógica. Los organismos a los que les funcionaba el circuito cerebral de motivación y recompensa para comer sobrevivían mejor que los dotados con circuitos mediocres. Comían más y sobrevivían. Aquellos a los que les gustaba hacer el amor más que a otros, e interponían menos barreras a su deseo, garantizaban mejor la perpetuación de la especie. Siendo eso así, ¿cómo explicarse la capacidad infinita de la gente para hacerse infeliz? ¿Cuál es la razón evolutiva detrás de ese propósito estrafalario?
Que nadie me diga ahora tras los avances de la psicología y la neurología que para ser creativo hay que ser infeliz. Este debate duró demasiados años y alimentó la peregrina idea de que la depresión y hasta la locura eran creativas. Hasta quedaba bien andar por ahí con una depresión constante, mientras se formulaba, supuestamente, una filosofía más sofisticada. Hoy sabemos que la depresión es una enfermedad, como la sífilis, provocada por un gen, o por el entorno, y que afecta al tamaño del hipocampo, a la sangre y a los huesos. Se puede ser creativo a pesar de la depresión, pero no gracias a ella.
¿Cuáles son entonces las causas evolutivas de esa capacidad infinita de la gente para hacerse infeliz? ¿Tiene que ver con la envidia? Es cierto que a la mayoría de las personas no les importa el crecimiento del producto nacional bruto, sino lo que gana de más el vecino. ¿Tiene que ver con la perversión
cultural que coarta en nombre de convenciones alambicadas, pero indestructibles, la capacidad de gozar? ¿Con qué tiene que ver esa capacidad infinita para hacerse infeliz? ¿Está el secreto en el fuero interno de los infelices? ¿En su manera equivocada de gestionar sus emociones? ¿Por qué tanta desconfianza, enfurruñamiento y falta de esplendor?
Se lo he preguntado a un sinfín de personas informadas. En mi blog he recibido más de un centenar de artículos. He participado en un proyecto
en el que se ha hecho una pregunta parecida a más de 3.500 encuestados. Los resultados definitivos los conoceremos pronto. Pero puedo anticipar la supuesta razón que se suele manejar y que incluye a todas las demás: «El ser humano ha sobrevivido y ha superado a otras especies, precisamente, por su capacidad de tomar conciencia de sus limitaciones, y eso es lo que le genera infelicidad y disgusto con el entorno y con sus semejantes».
Ésa es la convicción generalizada, que se asienta en el error descomunal de culpar de la infelicidad a la búsqueda del conocimiento de las cosas
y de las personas. Para todos los premios Nobel con los que he hablado, el tiempo más feliz de su vida fue cuando buscaban; cuando, conscientes
de sus limitaciones, profundizaban en el conocimiento de las cosas y las personas. El premio supuso, casi siempre, más bien un incordio en su vida de investigador. La ciencia moderna está poniendo de manifiesto, al contrario de la creencia generalizada, que la infelicidad tiene sus raíces en la manía
del cerebro de no cuestionar ni renunciar a sus creencias. De aferrarse a convicciones falsas. De no desaprender. De no profundizar, precisamente,
en el conocimiento de las cosas y de las personas como son, y no como creemos que son.
http://www.eduardpunset.es/docs/enlosmedio...nal20070722.pdf
El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)

