01-11-2008, 10:33 PM
Atreyu llega al Oráculo de Uylala, para llegar a la cuál debe cruzar las tres puertas.
La Primera Puerta
-La primera se llama la Puerta del Gran Enigma. La segunda la Puerta del Espejo Mágico. Y la tercera la Puerta sin llave...
-Es extraño -le interrumpió Atreyu-. Por lo que pude ver, detrás de la puerta de piedra no había más que una llanura desnuda. ¿Dónde están las otras puertas?
- (...) Lo que pasa es que la segunda puerta aparece solamente cuando se ha atravesado la primera. Y la tercera sólo cuando se ha dejado atrás la segunda. Y Uyulala únicamente cuando se ha entrado por la tercera. Antes no hay nada de todo eso. Sencillamente, no están allí, ¿comprendes?
La Primera Puerta
(...) - La primera, la Puerta del Gran Enigma, es la que has visto con mi catalejo. Con las dos esfinges. Esa puerta está siempre abierta... como es lógico. No tiene batientes. Sin embargo, nadie puede pasar por ella, salvo si... -Énguivuck levantó en el aire un minúsculo dedo índice-, salvo si las esfinges cierran los ojos. La mirada de una esfinge es algo totalmente distinto de la mirada de cualquier otro ser. Nosotros y todos los demás seres percibimos algo con la mirada. Vemos el mundo. Pero una esfinge no ve nada; en cierto sentido, es ciega. En cambio, sus ojos transmiten algo. ¿Y qué transmiten sus ojos? Todos los enigmas del mundo. Por eso las dos esfinges se miran mutuamente. Porque la mirada de una esfinge sólo puede soportarla otra esfinge. ¡Y puedes figurarte lo que le ocurre a quien se atreve a interferir el intercambio de miradas entre las dos! Se queda petrificado en el sitio y no puede moverse hasta haber resuelto todos los enigmas del mundo. Bueno, encontrarás los restos de esos pobres diablos cuando llegues. (...)
La cuestión que hasta ahora nadie ha podido aclarar es: ¿por qué precisamente a unos sí y a otros no? No se trata, en modo alguno, de que dejen entrar a los sabios, los valientes y los buenos, y cierren el paso a los tontos, los cobardes y los malos. ¡Ni soñarlo! He visto con mis propios ojos, y más de una vez, cómo han dejado entrar precisamente a algún estúpido mentecato o un infame bribón, mientras las personas más decentes y sensatas esperaban a menudo inútilmente durante meses y tenían que volverse por último con las manos vacías. Tampoco el que alguien quiera ver al Oráculo por estar en un aprieto o sólo para distraerse parece desempeñar ningún papel.
(...)-Entonces, ¿qué me aconsejas? -quiso saber Atreyu.
-Debes hacer lo que tengas que hacer -respondió el gnomo-. Esperar a que ellas decidan... sin saber por qué.
El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)

