01-14-2008, 03:31 PM
La Ciudad de los Antiguos Emperadores
-¿Te agradaría hacer una pequeña visita a la ciudad, señor? Digamos... ¿un primer contacto con tu futuro lugar de residencia?
-No -dijo Bastián-. ¿Qué diablos estás diciendo?
El monito saltó a los hombros de Bastián.
-¡Vamos! -cuchicheó-. No cuesta nada. Has pagado ya lo que te da derecho a la entrada.
Bastián comenzó a andar aunque, en realidad, hubiera preferido irse de la ciudad. Se sentía incómodo y esa sensación aumentaba a cada paso. Observó a la gente y se dio cuenta de que tampoco hablaban entre sí. No se preocupaban en absoluto unos de otros; en realidad, ni siquiera parecían darse cuenta de su mutua presencia.
-¿Qué les pasa? -preguntó Bastián-. ¿Por qué se comportan de una forma tan rara?
-No tiene nada de rara -se rió ahogadamente Árgax en su oído-. Se podría decir que son tus iguales o, mejor, que lo fueron en su tiempo..
(...)
-Bueno, en todos los tiempos ha habido seres humanos que no han vuelto a su mundo -explicó Árgax-. Al principio no querían y ahora... digamos... no pueden ya. (...) Tienen que desearlo. Pero ya no desean nada. Han gastado su último deseo en alguna otra cosa. (...) Sólo puedes desear cosas mientras te acuerdes de tu mundo. (...)¡Míralos! ¿Podrías creer que muchos de ellos llevan aquí mil años e incluso más? Pero se quedan como son. Para ellos no puede cambiar nada, porque ellos mismos no pueden ya cambiar.
-Dime, Árgax, ¿qué puedo hacer?
-Encontrar un deseo que te devuelva a tu mundo.
Bastián calló otra vez largo tiempo y luego preguntó:
-Árgax, ¿Puedes decirme cuántos deseos me quedan aún?
-No muchos ya. En mi opinión, tres o cuatro todo lo más. Y con eso difícilmente podrás arreglártelas. Empiezas un poco tarde y el camino de vuelta no es fácil. Tendrás que atravesar el Mar de Niebla. Sólo eso te costará uno. Lo que viene después no lo sé. Nadie sabe en Fantasía dónde está para vosotros el camino de vuestro mundo. Quizá encuentres el Minroud de Yor, la última salvación para muchos como tú. Aunque me temo que para ti queda... digamos... demasiado lejos. De la Ciudad de los Antiguos Emperadores, por esta vez, podrás salir.
Bastián permaneció un rato aún sin moverse. Lo que había sabido lo confundía y desconcertaba tanto que no podía tomar ninguna decisión. Todos sus objetivos y planes anteriores se habían derrumbado de golpe. Le parecía como si, en su interior, todo hubiera sido puesto cabeza abajo... Lo mismo que en aquella pirámide que tenía ante los ojos, la parte de arriba había quedado abajo y la parte de atrás delante. Lo que había esperado resultaba ser su perdición y lo que había odiado su salvación.
Ante todo, una cosa le resultaba evidente: ¡tenía que salir de aquella ciudad de locos! ¡Y no quería volver jamás a ella!
Se puso a andar entre la confusión de edificios sin sentido, y pronto se dio cuenta de que el camino de entrada había sido mucho más fácil que el de salida. Una y otra vez pudo comprobar que había perdido el rumbo y se dirigía otra vez rápidamente al centro de la ciudad. Necesitó toda la tarde para llegar al terraplén. Luego salió a la campiña y no dejó de andar hasta que la noche -tan oscura como la anterior- lo forzó a hacer un alto.
El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)

