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Objetivos cumplidos
#7

Me acordé de esto, escrito hace poco más de un año, por dos cosas que se dieron en simultáneo;

1) La recuperación del post de Chipola acerca del proyecto Yamato.
2) Que estuve respaldando el contenido de mis blogs, desde octubre de 2005 hasta la fecha.

Lo obvio es que cumplí el objetivo principal de 2008, porque, efectivamente escribo desde México. Lo que igual no era tan obvio, es como se han desarrollado las cosas en mi vida desde el momento que más o menos coincide con fechas a la creación de Rojo Intenso... y me salió un mega-mail digno de los viejos tiempos... Si lo publico no es porque mi vida me parezca un tema demasiado interesante, sino porque estoy segura que sin la influencia de este lugar, y las personas que en él están, lo que sigue hubiera sido muy diferente. Así que, es una especie de feedback con los foros, además de querer expresar mi agradecimiento.

...Y tal vez porque, como no se qué me depare el futuro, más adelante estas líneas pudieran servirme para recordarme ciertas cosas que es mejor no olvidar

***

No era mi intención, pero al respaldar no pude evitar leer anotaciones de años atrás que rozarían la desesperación sino fuera porque aún en los peores momentos - y los peores momentos no son cuando la cosa está tan clara como para decir que "sí" o que "no" y todo cambia al instante, sino aquellos en que al límite de nuestras fuerzas, decir que "sí" o que "no" nos da unos resultados inmediatos- algo en mí me empujaba a convencerme de que "vamos a salir de ésta".

Y lo que ahora siento es, simplemente, que estoy a salvo, aunque pudiera haberme acabado, y que la diferencia estaba en lo que decidí alimentar dentro de mí. Algo que, por cierto, andaba espantosamente desnutrido por entonces, pero, por suerte, exigia que se le prestara la atención que merecía... y que ahora está lo bastante lozano como para que más de un aspirante a tirano se sienta ofendido en su presencia

Si mi vida fuera una empresa, podría decir que de los últimos tres años, al menos uno y medio fueron pérdidas, siguió un periodo de estabilización y lenta recuperación, y hasta los tres ultimos meses no empezaron a manifestarse las ganancias. Eso sí, fueron ganancias capaces por sí mismas de compensar todo el resto y convencerme de que había valido la pena el esfuerzo de remontar.

Cuando tomé la resolución de venir, hace poco más de un año, sabía que no me echaría atrás, que no importaba si el lapso de tiempo que me separaba del cumplimento de mi objetivo era un infierno o un paraíso - personalmente, abogaba por lo primero-, todo aquello era secundario, porque pasaría, y lo que quedaría al fin sería el haber cumplido con la palabra dada, no tanto a otros como a mí misma.

Preparar este viaje fue un trabajo de cerrar muchos ciclos, y con la idea de no saber cuándo regresar, traté de dejar las cosas igual o mejor de como estaban cuando yo las encontré. Había otro propósito y era el conseguir que este viaje no pudiera considerarse una huída, una evasión, o una decisión tomada a la desesperada por no tener ninguna otra opción.
Creo que es uno de los mejores trabajos que he hecho en mi vida, sino el mejor (por cierto fue muy útil la información sobre tanatología), y las cosas se dieron de modo que, un mes antes de subir al avión, tenía todo lo que hubiera podido pedir para estar feliz; estaba sana, tenía posibilidades de un trabajo - que, aunque no fuera algo maravilloso, sí podía cubrir mis necesidades sin desgastarme -, había contactado con una EC real - primera sorpresa- en la que - para mi segunda y aún mayor sorpresa- me sentía cómoda, me gustaba mi vida! Tenía excelentes compañeros y compañeras de búsqueda, y hasta lo más parecido a un príncipe que haya podido identificar a lo largo de mi existencia.

Ante tal panorama, la idea de abandonar todo eso para viajar al otro lado del mundo - o casi - sin tener una idea demasiado clara de lo que me iba a encontrar, parecía una locura. Y tal vez lo sea, desde otras perspectivas. Pero desde la mía, si en el último momento me hubiera echado atrás, hubiera sido un insulto a todo aquello que había ganado; habría dejado de merecerlo, habría traicionado aquello que hizo posible que algo así sucediera, y mentido a aquellos que amaba, y mi vida no tendría más valor que la de la ladrona en la que me habría convertido.

Tal vez por eso, al poner un pie sobre esta tierra, recibida por la manada, ya me sentía como en casa, feliz en mi "nueva" existencia. Fue una sorpresa no echar en falta las bondades de mi pasado reciente. Estamos solos, cada cuál en su propio camino, y podemos escoger entre la ficción de estar al lado de las personas que amamos sólo por permanecer físicamente cerca de ellas, o la realidad de llevarlas con nosotros, donde quiera que estemos, honrándolas al seguir unos valores compartidos que, efectivamente, en ocasiones nos exigen la despedida, y la distancia física.

Estamos solos, cada quien en su camino... Derrepente nos cruzamos con un maravilloso paréntesis, un lugar fantástico en el que la vida es extraordinariamente generosa, y nos senimos recargados y recuperados; pero no podemos permanecer más tiempo allí del estipulado. Queriendo acumular avariciosamente todo el tesoro, nos convertimos en abusadores, y lo agotamos... mientras que olvidamos de donde venimos y a dónde íbamos; perdemos ambas cosas, y en lugar de dejar algo de valor como agradecimiento por la oportunidad de haber vivido algo así, no hacemos mas que dañar lo que amamos, y a nosotros mismos. No podemos dejar nuestro camino porque las cosas se vean más bellas o alegres en otro lugar, porque la belleza o la alegría concretadas en unos objetos materiales o en unas relaciones determinadas son una feliz coincidencia espacio-temporal que nadie puede asegurar realmente que permanezca; si renunciamos a nuestro camino por ellos, damos el primer paso para quedarnos sin nada.

Aunque suene budista - o quien sabe que cosa -, los buenos y los malos tiempos se suceden como las estaciones, y al final lo que queda es lo que hayamos hecho mientras aquello sucedía, bien aprovechando las mareas, bien salvando los obstáculos. Lo que queda es aquello que no depende de tales cosas que escapan de nuestro control, porque enraíza en la voluntad propia, que se fortalece igual con unos que con otros por la constancia.

Tengo la buena suerte de que sigan siendo buenos tiempos para mí, la conciencia de su temporalidad me permite al mismo tiempo disfrutarlos al máximo, y estar preparada para que, cuando vuelvan a llegar los malos, no queden razones para temerlos.

A veces hay que saber dejar ir, y aceptar lo que a nuestros ojos, en el momento, no parece otra cosa que una pérdida. Pero las cosas que en realidad importan no se pierden, jamás. En estas últimas semanas, en las que reconfiguro parcialmente mi vida para adaptarlo a las nuevas situaciones, y busco el diseño de su funcionamiento en el futuro inmediato, me doy cuenta de que tanto por dentro como por fuera, muchos elementos se encontraban ahí desde hace tantos años que prácticamente los había olvidado.
Como si fuera un mismo juego de piezas que ordenamos para realizar construcciones diferentes; lo nuevo no es el material en sí, sino la idea, o la conexión de ideas que hacen que los pongamos en un orden determinado, y no en otro cualquiera. Como cuando, moviendo los muebles de la habitación descubrimos una combinación más acertada que nos permite ganar espacio, o luz.
Y del mismo modo en que cuando alguien cae, llega uno más adecuado para sustituirlo, puedo señalar uno a uno los elementos supuestamente perdidos de mi vida, y saber que, si sigo las reglas, ciertas cosas (...y personas) estarán ahí cuando se necesiten.

Eso es para mí vivir sin miedo, vivir sin dependencias; permanecer libre de todo aquello que nos haga susceptibles a la venta o al chantaje, ya sea éste de tipo material o emocional, conservar la integridad y seguir hacia adelante, no como quien se sacrifica y todo el tiempo se lamenta de lo duro del camino y de las muchas decepciones, sin ver otra cosa en los demás que falta; sino como quien es feliz dándose el privilegio de ser lo que es - ni más ni menos- y no permite que nada, ni nadie, le niegue el cumplimiento ese privilegio, que en realidad no es otra cosa que un deber.

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)
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